¿Sentida connivencia con la biodiversidad?

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Estamos a punto de que la administración nacional dé a luz el espacio número 16 de máxima protección medioambiental, el tercero con acento andaluz. El PARQUE NACIONAL SIERRA DE LAS NIEVES, contará con casi 23.000 hectáreas de especial consideración, culminando el deseo, la ilusión y el trabajo que refrendará el verdadero e inigualable valor ambiental de una sierra que alberga maravillas tan singulares como la joya botánica de la familia Pinaceae que descubriera Boissier y que nos transporta fácilmente a las frías épocas del Cuaternario, el llamado Abies Pinsapo, magnífico exponente de la flora ibérica original en la cuenca del Mediterráneo.

Es, sin duda, la culminación de un largamente deseado y sólido proyecto, que nace a partir de la denominación de Parque Natural y Reserva de la Biosfera, obtenido en la década de los 80 del pasado siglo. Venciendo enquistadas reticencias e incluso maltrato a las antiguas costumbres de pastoreo y aprovechamiento de la leña, que sumieron a los vecinos de los pequeños pueblos de su entorno, en una sensación de dejadez y abandono que este renovado proyecto pretende neutralizar y que ha unido en intencionalidad y esperanza de mejor futuro a los diferentes ayuntamientos, que vienen trabajando con tenacidad y vehemencia en esta verdadera apuesta por la revitalización de la comarca que alberga la MANCOMUNIDAD de MUNICIPIOS de la SIERRA DE LAS NIEVES, durante los últimos seis años.

Esta consideración administrativa y legal, debe ir acompañada por una importante labor en el marco del inaplazable y necesario desarrollo de infraestructuras, alojamientos turísticos, mejora de accesos y carreteras e incluso una adecuada oferta para el disfrute y el aprovechamiento sostenible de sus innumerables recursos, ya sea ambientales como turísticos, en lo que debe suponer el esperado antídoto contra la despoblación y por ende la supervivencia de comunidades, que por su singularidad pueden ser consideradas de referencia en el llamado turismo de sensaciones.

Pueblos blancos de especial belleza, paisajes de ensueño, gastronomía que acaricia el paladar con sabores contundentes, dulces que evocan épocas pasadas, envueltos en tradiciones y costumbres ancestrales, en una especial sintonía con una naturaleza que se nos brinda a cada paso como un regalo de la naturaleza.

Sin embargo, en los últimos tiempos y sin duda, al olor de la inminente declaración como PARQUE NACIONAL, diferentes colectivos e intencionalidades, tratan de ir a rebufo de esta agradable realidad, intentando sumarse como invitados de última hora a la mesa y por tanto auto añadirse a los que quieren aprovechar sus posibles migajas administrativas y de recursos económicos, a las que predican tener inalienable derecho.

Reclaman, con insistencia para sus localidades las oficinas de dirección y gestión del futuro parque, áreas de interpretación y oficinas de recepción e incluso, la sede de la futura y específica guardería forestal. Argumentando, siempre en beneficio propio y denostando con vehemencia las posibilidades de las otras localidades, que obviamente, pueden ser siempre mejorables. Obviando desde el minuto uno, el posible y tan necesario ambiente colaborativo que debiera adornar este tipo de iniciativas de promoción, conservación y puesta en valor de los recursos naturales.

No termino de concebir, que esta situación pueda de nuevo, poner en evidencia el ansia por la apropiación y la excesiva tendencia a la acaparación, como promesa de pingües beneficios, con la velada excusa de un pretendido amor a la naturaleza (de dudosa credibilidad y bastante proclive a matizaciones) y a la inigualable belleza de un entorno que dista poco, de ser considerado un verdadero paraíso y que tenemos (todos) el deber de cuidar y preservar para el disfrute de próximas generaciones.

Se trata de proteger una naturaleza que nos ofrece su exuberante esplendor y de devolver la ilusión a esos pequeños pueblos que languidecen ante la dura realidad del abandono y la emigración forzada de su juventud, no de apropiarse del trabajo y los esforzados anhelos de otros, para medrar a la sombra de oscuras intenciones, vestidas de sentida connivencia con la biodiversidad.