Villanova apela a la unidad de España y a la solidaridad interterritorial como símbolos de la Constitución

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Solemne celebración del 6 de diciembre en Alhaurín de la Torre. El alcalde destaca en su discurso que vivimos en “una gran Nación, por la que merece la pena seguir trabajando” y que se puede trabajar por reformar el texto con consenso y diálogo. Emotivo recuerdo al expresidente del Congreso, Manuel Marín, fallecido esta semana.

(Prensa Ayto Alh Torre) El alcalde de Alhaurín de la Torre, Joaquín Villanova, ha apelado hoy al mediodía, durante la celebración del Día de la Constitución en la plaza del Ayuntamiento, a la unidad de España y a la solidaridad entre los territorios que la componen como símbolos y elementos definitorios de la Constitución Española, de la que se cumplen 39 años. Villanova considera que festejar la Carta Magna de 1978 resulta “imprescindible, ahora más que nunca, como manifestación de recuerdo a una de las Constituciones más avanzadas del mundo Occidental, un hecho demostrable que, por desgracia, ciertas modas cercanas al esnobismo y al surrealismo político quieren poner en entredicho”.

El regidor alhaurino ha pronunciado estas palabras en el tradicional acto de celebración, donde se han dado cita la gran mayoría de concejales y concejalas de la Corporación Municipal, así como autoridades y representantes de Policía Local, Guardia Civil, Protección Civil, Centro Penitenciario y jueza de paz, junto con miembros de asociaciones y colectivos y vecinos en general.

Como es costumbre, la ceremonia se ha iniciado con el izado de la bandera de España, al compás del himno nacional interpretado por la Banda Municipal de Música. Posteriormente, el regidor ha iniciado su alocución, iniciada con un minuto de silencio en memoria del expresidente del Congreso de los Diputados, Manuel Marín, fallecido esta semana, y que fue uno de los artífices del ingreso de España en la Unión Europea.

El texto ha resultado elegante en las formas, pero firmes en el contenido: “Vivimos tiempos extraños, en la que existe una obsesión en cierta parte de los actores políticos de este país, que por fortuna no son mayoría,  por aminorar el valor y el alcance de lo que significó aquel 6 de diciembre de 1978. Una cosa es tener espíritu crítico y querer mejorar, modernizar y avanzar, dentro de unas reglas de juego comunes, y otra cosa muy distinta es el intento rupturista de quienes se refieren a la Constitución Española como el ‘producto del -mal llamado- Régimen de 1978’”.

Villanova sostiene en su texto que la unidad del país, junto al reconocimiento de la diversidad existente en los distintos territorios españoles “han sido, sin duda, las piedras angulares del éxito de la Carta Magna, que desde 1978 ha garantizado nuestro período de mejor convivencia y ha generado también la mayor etapa de desarrollo y prosperidad de nuestra historia, sustentando todo ello en pilares básicos como la soberanía nacional, la igualdad de los españoles, la solidaridad entre personas y pueblos, la convivencia democrática y el cumplimiento de la Ley”.

Para el primer edil, “vivimos en un país de ciudadanos libres e iguales, cuya soberanía nacional e integridad territorial prevalece frente a cualquier intento de separación unilateral, que es más un acto de egoísmo que otra cosa. Porque es importante hacer mucha pedagogía con todo esto y decir alto y claro que en España no tributan los territorios, sino que tributan los ciudadanos y ciudadanas. Ninguna comunidad es más que otra. Mientras no se tenga claro esta cuestión, poco avanzaremos. Mientras haya intentos de fomentar la insolidaridad y la quiebra entre ciudadanos que piensan distinto, mientras existan instituciones que amparen la insumisión y rebeldía contra las leyes de todos, mal camino llevamos.

Por último, ha indicado: “ España es una gran Nación, un Estado Social y Democrático de Derecho, como dice la Constitución, por la que merece la pena seguir trabajando. Y volvió a citar palabras del malogrado Manuel Martín, dentro de su defensa encendida del texto constitucional, de nuestra historia democrática y del respeto a todas las sensibilidades, dentro de las leyes.

Para concluir el acto oficial, la Banda Municipal ha interpretado varias piezas clásicas en la plaza del Ayuntamiento.

A continuación, reproducimos el texto íntegro del discurso:

Ilustrísimos Señores Concejales y Señoras Concejalas del Excmo. Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre; Ilmos. Hijos Adoptivos y Predilectos de Alhaurín de la Torre; Ilmo. Sr. Director del Centro Penitenciario de Alhaurín de la Torre; Ilmo. Sra. Jueza de Paz; Ilustrísimas autoridades y representantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; representantes de asociaciones, peñas, cofradías y colectivos de Alhaurín de la Torre; Pueblo de Alhaurín de la Torre; ciudadanos y ciudadanas, señoras y señores:

Antes de nada quiero pedir un minuto de silencio por la muerte de Don Manuel Marín, figura clave en el ingreso de España en la UE y que también fue presidente del Congreso de los Diputados entre 2004 y 2008 durante el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Por trigésima novena vez consecutiva, celebramos la efemérides del 6 de diciembre, para conmemorar la llegada de la Constitución, refrendada por el pueblo español tal día como hoy de 1978.

Y nuevamente lo festejamos  aquí, en la plaza del Ayuntamiento, corazón de la Democracia Local, para rendir un tributo conjunto a la aprobación de la Carta Magna. Han pasado casi 40 años desde que se iniciara la era de mayor libertad y prosperidad de nuestra historia contemporánea, algo que nadie debe despreciar ni olvidar.

La Constitución es, desde 1978, el principal fundamento normativo para la creación de un espacio de paz, libertad, diversidad y solidaridad, que fija la organización de los poderes públicos y fija, así mismo, el pleno ejercicio de nuestros derechos y libertades.

Actos como el de hoy resultan imprescindibles, y más que nunca ahora, como manifestación de recuerdo a una de las Constituciones más avanzadas del mundo Occidental, un hecho demostrable que, por desgracia, ciertas modas cercanas al esnobismo y al surrealismo político quieren poner en entredicho.

La Democracia surgida del 78 ha conocido la alternancia pacífica en las tareas de gobierno. Sabemos ya lo que significa ganar o perder unas elecciones. Los ciudadanos nos ponen o nos quitan cuando lo estiman oportuno a través de su voto. En estos años de intensa vida democrática hemos tenido de todo, y casi todo lo hemos sabido resolver.

Vivimos tiempos extraños, en la que existe una obsesión en cierta parte de los actores políticos de este país, que por fortuna no son mayoría, por aminorar el valor y el alcance de lo que significó aquel 6 de diciembre de 1978. Una cosa es tener espíritu crítico y querer mejorar, modernizar y avanzar, dentro de unas reglas de juego comunes, y otra cosa muy distinta es el intento rupturista de quienes se refieren a la Constitución Española como el ‘producto del -mal llamado- Régimen de 1978’.

Algunos políticos se permiten el lujo de despreciar la Constitución, los Estatutos de Autonomía, cuestionar la validez del imperio de la Ley y, en definitiva, dañar los valores democráticos ampliamente aceptados por la comunidad internacional y por el conjunto de todos los españoles.

Para empezar, la Constitución Española, según expone textualmente en su artículo segundo, «se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas» Esa unidad, y ese reconocimiento de nuestra propia diversidad, han sido, sin duda, las piedras angulares del éxito de la Carta Magna, que desde 1978 ha garantizado nuestro período de mejor convivencia y ha generado también la mayor etapa de desarrollo y prosperidad de nuestra historia, sustentando todo ello en pilares básicos como la soberanía nacional, la igualdad de los españoles, la solidaridad entre personas y pueblos, la convivencia democrática y el cumplimiento de la Ley.

Son también valores esenciales que, desde posiciones excluyentes, se pretende alterar con el incumplimiento flagrante de la ley, provocando la ruptura de nuestro modelo constitucional, negando la incuestionable realidad de España como nación de ciudadanos libres e iguales y avasallando sin ningún rubor las más elementales normas democráticas.

Frente a ello, en un día como hoy queremos reiterar nuestro compromiso y convicción en defensa de los valores democráticos emanados de la legalidad vigente y con el máximo respeto al orden constitucional que nos hemos dado entre todos, que ampara y garantiza los derechos y libertades de todos los españoles.

El Estado de Derecho y el marco de convivencia que tenemos han permitido el progreso de nuestro país y corresponde preservarlo ahora más que nunca, por encima de las distancias ideológicas, pensando en el interés general de todos los españoles. Muy al contrario de lo que algunos sostienen con vehemencia, el Estado de Derecho garantiza que nadie esté preso en España por sus ideas políticas. Absolutamente nadie. Los que ingresan en prisión lo hacen por haber cometido delitos tipificados en el Código Penal y por atentar contra las leyes y contra la norma máxima del Estado, la Constitución. Eso que quede claro. Es en otros países del mundo donde encarcelan por tener ideas distintas al gobernante de turno, no aquí.

Como alcalde de Alhaurín de la Torre, y como vicepresidente de la Federación Andaluza de Municipios y Provincias y también como simple ciudadano, quiero reivindicar aquí la vigencia y validez absoluta del marco constitucional frente a cualquier tipo de aventura rupturista o separatista.

Me resulta tremendamente curioso que algunos de aquellos que juraron o prometieron la Constitución como norma máxima del Estado, cuando tomaron posesión de sus cargos, sean capaces de generar situaciones extremas, por conveniencia política, que al final solo generan enfrentamiento social, inseguridad jurídica y, sobre todo, el intento de derribo de los pilares básicos de la Constitución: la solidaridad interterritorial.

Hay que decir alto y claro que vivimos en un país de ciudadanos libres e iguales, cuya soberanía nacional e integridad territorial prevalece frente a cualquier intento de separación unilateral, que es más un acto de egoísmo que otra cosa. Porque es importante hacer mucha pedagogía con todo esto y decir alto y claro que en España no tributan los territorios, sino que tributan los ciudadanos y ciudadanas. Ninguna comunidad es más que otra. Mientras no se tenga claro esta cuestión, poco avanzaremos. Mientras haya intentos de fomentar la insolidaridad y la quiebra entre ciudadanos que piensan distinto, mientras existan instituciones que amparen la insumisión y rebeldía contra las leyes de todos, mal camino llevamos. La unión hace la fuerza, pero la fragmentación nos debilita a todos. Eso es un hecho.

España es un país de derechos y libertades y que se puede plantear y discrepar de cualquier tema, siempre por cauces democráticos. Tenemos en nuestra mano comenzar un proceso sosegado e inteligente para intentar reformar la Constitución, actualizándola a los nuevos tiempos, buscando fórmulas de consenso para crecer, pero en ningún caso saltándose la Ley o vulnerando los derechos de los demás. Todo lo que sea apoyar medidas ilegales e imposiciones unilaterales contará con nuestra negativa absoluta, porque no representan el sentir de la gran mayoría del pueblo español.


Estoy convencido de que el actual Estado de las Autonomías, con su principio de solidaridad entre todas las nacionalidades y regiones que lo integran, es el mejor y el más valioso modelo político y territorial que se pueda plantear, pues permite un altísimo grado de autogobierno, único en Europa, muy por encima de países como Alemania, Suiza o Canadá, por poner solo unos ejemplos.

Se equivocan de palmo a palmo quienes alientan comportamientos ilegales, rebeliones en la calle amparadas por instituciones públicas y esa mezcla extraña de victimismo y soberbia a partes iguales que solo consigue dar mal ejemplo entre la ciudadanía, porque los dividen.

Frente a esa forma de hacer política desde el enfrentamiento, creo que toca hacer una reflexión y tratar de aprender  de aquella generación de políticos que en los años 70 dieron un paso adelante, en un contexto histórico infinitamente más difícil que este, pero en el que había mucha ilusión por dejar atrás los años grises y cambiarlos por años de esperanza y progreso. Para ello, fue necesario que se sentaran en una misma mesa personas de distintas sensibilidades e ideologías, pusieran encima de la mesa el ánimo de diálogo y olvidaran todo lo que en su día llegó a separarlos. La unión hizo la fuerza y así lo entendió el conjunto de la ciudadanía española. Y por el camino de la negociación hubo que dejar atrás algunos posicionamientos iniciales de todas las partes, para buscar un mínimo común.

Y digo yo: Si en los años 70 fue posible este escenario, con una sociedad aún convulsa y dividida, que se intentaba sacudir del letargo de cuatro décadas sin libertades, y donde finalmente primó la cordura por encima del ajuste de cuentas, ¿por qué no iba a serlo ahora, con 39 años de desarrollo democrático, de avance social y de Estado de Derecho?

Y créanme cuando digo que el diálogo no solo es posible, sino exigible, con naturalidad, sin sobreactuaciones y sin ese ruido ensordecedor que provocan los que no quieren oír ni escuchar o los que reinterpretan los mensajes de la otra parte como amenazas contra un pueblo.

Los que llevamos ya algunos  años en Política, sobre todo, en Política Local, sabemos a ciencia cierta y podemos demostrar que los problemas de la ciudadanía se resuelven trabajando duro, en los despachos, en las instituciones, escuchando a la gente, tomando decisiones que vengan bien a una gran mayoría y procurando atender, dentro de lo posible, a los que no son esa mayoría. Así se gobierna. Con vocación de servicio público y todos los días del año.

Por eso me sabe tan mal cuando escucho frases altisonantes de personas dedicadas a la política, pagadas con los impuestos de todos los españoles, que llaman a la algarada, a la insurrección, a la insumisión, y abandonan sus obligaciones de atender los servicios públicos, el día a día de las ciudades, pueblos y territorios. Esa es, precisamente, la peor señal, porque se promueve la desobediencia institucional, la desobediencia civil y el desacato a normas que hasta hace bien poco les valían y les han hecho prosperar de forma indudable, gracias al conjunto de toda la ciudadanía española.

Pero incluso si vamos más atrás en el tiempo, mucho antes del 6 de diciembre de 1978, tenemos que recordar que la España moderna y contemporánea nace cuando los españoles nos reconocemos como nación en las Cortes Generales y Extraordinarias convocadas en la entonces Real Isla de León en 1810, hoy San Fernando.

Ese reconocimiento de nuestra realidad nacional -que culmina con la promulgación de la Constitución de Cádiz en 1812-, pone de manifiesto el deseo de los españoles de permanecer unidos y ha contribuido decisivamente a nuestros avances como sociedad. Los españoles somos una sociedad organizada en torno a instituciones democráticas gracias en buena medida a la madurez que ha alcanzado en nuestra conciencia social conceptos como Nación y Soberanía Nacional, como decía al principio de mi intervención.

Defender su vigencia no es defender conceptos abstractos; defender la unidad y la vigencia de la Nación Española es defender precisamente todo aquello que los españoles hemos conseguido. La Constitución de 1978 contiene nuestras aspiraciones como sociedad. Los derechos y libertades que contiene nuestra Constitución garantizan la convivencia entre los españoles, su mutuo reconocimiento, la estabilidad de sus instituciones y las posibilidades efectivas de su desarrollo material.

La unidad es parte de un éxito colectivo que no debemos menospreciar ni poner en peligro. Esa unidad nos hace fuertes y nos capacita no sólo para superar los problemas que se nos presentan sino para plantearnos nuevas metas que nos permitan seguir creciendo en el futuro. La unidad no impide la diversidad; muy al contrario, la diferencia enriquece la convivencia y la hace más interesante desde todos los puntos de vista.

Sin embargo, cuando la diferencia supone ventaja para una parte, se rompe el concepto mismo de la unidad y se pone en peligro la convivencia. La única ventaja tolerable nacida de la diversidad y la pluralidad es aquella que alcanza a todos; de otro modo consolidaríamos una sociedad injusta por desigual y, por lo tanto, inviable. Poner en riesgo esta unidad o debilitarla cuestionándola, es un grave error que tiene muchas consecuencias negativas. Nada se construye rompiendo; al contrario, la fragmentación y la división sólo sirven para destruir.

s de 18 millones de ciudadanos españoles han nacido después de 1978. 18 millones que han tenido la gran fortuna de vivir y educarse en ese gran espacio de concordia nacional que representan los principios y valores de nuestra Constitución. Conviene que no olvidemos que la Constitución es también un formidable punto de encuentro entre distintas generaciones de españoles.

Hemos heredado una Constitución que supieron hacerla políticos de altura y con políticas con mayúsculas y que consiguieron un gran consenso en 1978, y ahora  para llevar a cabo una modificación y modernización  de la Carta Magna es necesario lo mismo, conseguir el gran consenso a través de mucho dialogo y donde todos tenemos que ceder para estar a ese nivel que garantice una Constitución que perdure y perdure muchísimos años y que nos de esa  garantía de Paz  y bienestar para  todos los españoles sin excepción.

La Constitución que los españoles nos dimos en 1978 es ese espacio político que garantiza el encuentro. Su permanencia es consecuencia de su capacidad para adaptarse y seguir siendo un espacio adecuado donde poder seguir conviviendo; su vocación de estabilidad se sustenta precisamente en la capacidad de incorporar nuevos puntos de vista de una sociedad viva y dinámica que se desarrolla, que crece y que cambia.

Y los políticos de ahora, espero y deseo que seamos capaces de hacer una adaptación y modernización respetando la solidaridad de todos los territorios con todos los españoles sean de donde sean, no perdamos ese espíritu del 78, y  estamos  obligados a demostrar que podemos y debemos ser  mejores que los políticos del 78.

Para demostrar que todos somos mejores no podemos olvidar, en estos tiempos que tan apasionadamente discutimos, que nuestro punto de encuentro es la Constitución y no puede ser de otra manera.

Invito a todos a preservar esa condición de punto de encuentro.

Invito a todos a persistir en la voluntad del encuentro.

Y voy finalizando y no quiero dejar de leeros unos párrafos del discurso del Presidente de las Cortes por D.  Manuel Marín el 6 de Diciembre de  2005 con motivo de los actos por el XXVII aniversario de la Constitución.

 

“En la Sesión de Cortes de 27 de diciembre de 1978 en la que se sancionó la Constitución por el Jefe del Estado, el Rey Don Juan Carlos, el entonces Presidente de las Cortes Generales dijo:

«Si la Constitución hubiera de ser la imaginada por cada uno, no habría Constitución posible».

La lección de la historia; de nuestra historia parlamentaria me parece clara: «Si la Constitución hubiera de ser la imaginada por cada uno, no habría Constitución posible».

Y me permito añadir: Si las leyes hubieran de ser las imaginadas por cada uno, no habría leyes posibles.

Y podría concluir: Si los Estatutos hubieran de ser los imaginados por cada uno, no habría Estatutos posibles.

Cómo hay que hacer las cosas, las buenas cosas, no es un problema de método en nuestra democracia. Sabemos cómo hacerlo para ganar y triunfar todos. No perdamos de vista que nuestra historia común tiene mas de 500 años”.

España es una gran Nación, un Estado Social y Democrático de Derecho, como dice la Constitución, por la que merece la pena seguir trabajando.

Y para terminar quiero dar las gracias de corazón a todos los aquí presentes y desearles un muy feliz Día de la Constitución.


¡Viva España!

¡Viva Andalucía!